Las administraciones empiezan a escuchar las reivindicaciones de las asociaciones de enfermos, cada vez más numerosas. Las principales quejas se centran en el retraso en la concesión de prestaciones.
Una persona con esquizofrenia puede vestirse y comer sola. Otra cosa es que, sin nadie que le supervise, sea capaz de salir con bufanda a la calle en pleno agosto o de comer hasta reventar. Esta realidad no se ve reflejada en el baremo de la dependencia, el cuestionario que determina hasta qué punto una persona necesita ayuda en su día a día. Por eso, las asociaciones de personas con enfermedad mental sentían que la Ley de Dependencia les ninguneaba...
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